Y aquí volvemos una semana más para explicar más curiosidades y leyendas de la capital de Escocia, Edimburgo, en este apartado titulado Edimburgo, 4 historias para no dormir (Parte 2). Todos sabemos a estas alturas ya, que esta ciudad está llena de mágia y misterio, y que a lo largo de los años nos ha dejado una larga lista de hitos y acontecimientos que ni sacado de un libro de Stephen King.
La mayoría de sucesos de hoy han acontecido en la Old Town, que si no nos acordamos de los anteriores apartados, es la zona antigua de la ciudad. Y para ser más específicos en los emplazamientos de Grassmarket Square y el cementerio Greyfriars, que sería por excelecia el escenario más tenebroso y terrorífico de toda la capital.
Para quien no se sitúe, dejo aquí un mapa:
1.) Maggie Dickson, la ‘medio ahorcada’

Maggie Dickson Pub @yorkshire_pudding(Instagram)
Retrocediendo en el tiempo como sucedió en el anterior artículo, esta vez nos detenemos en el siglo XVIII, en el 1720. Maggie Dickson oriunda de Edimburgo, como la práctica habitual de la época, fue abandonada por su marido siendo aún muy joven. Debido al estigma que aquello significaba, decidió abandonar la ciudad. Se trasladó 3 años más tarde al pueblo de Kelso, más al sur y allí inició una nueva vida desde cero.
Trabajaba como limpiadora en una posada donde le ofrecían trabajo y alojamiento, y donde conoció al hijo del posadero, de quien se enamoró. Qué bonito es el amor. El sentimiento era recíproco. Así pues ambos iniciaron un romance en secreto para que no llegara a oídos del posadero suponiendo su despido. Pero cosas del destino, en uno de sus escarceos amorosos, quedó embarazada. Un embarazo ilegítimo. Maggie, pues logró como pudo ocultar su estado, y por fortuna o desgracia, según se vea, el niño nació prematuro y murió.
Con el cadáver del bebé en brazos, procedió a hacerlo desaparecer en las aguas del río Tweed con la mala fortuna que fue interceptada antes de llegar a soltar entre gimoteos el cuerpo en las aguas. Presa del pánico, lo soltó e inició la carrera para no ser atrapada. Con la mala fortuna que no había recorrido larga distancia hasta que la atraparon. ¿Qué más le podía pasar a esta mujer? Pues, por ejemplo, una condena a la horca por ocultar el embarazo. Ni más ni menos.
En el mes de septiembre de 1724 se iba a proceder su sentencia en Grassmarket Square, que se sucedió. El cuerpo fue trasladado para darle sepultura. Sin embargo, la historia no termina aquí, pues, de camino al cementerio se empezó a oír unos gritos y unos golpes violentos del interior del ataúd. Desconcierto, pánico…
¡Maggie seguía con vida!
Desenlace
Así pues, los ciudadanos se alegraron al ser partícipes de un segundo ahorcamiento. No obstante, el destino sonreiría a Maggie. Alguien salió en su defensa afirmando que la mujer había sido condenada a la horca y no a la muerte. Así pues, no se la podía ahorcar nuevamente, el destino o Dios había querido que siguiera con vida. De modo que Maggie Dickson era por fin una mujer libre. Casándose años más tarde con el hombre que le había salvado la vida, se cuenta que compró una casa en la misma plaza donde había sido condenada, Grassmarket, donde hoy hay un pub con su nombre, que también dicen que regentó.
¿Suerte, intervención divina, algún conocido que cortó la cuerda antes de morir? Sea como fuere, esta es una historia que se añade a la larga lista de la ciudad de Edimburgo para deleite de visitantes y residentes.
2.) The Last drop (La última gota)

The Last Drop @bredachristina (Instagram)
Ya es extraño que un pub sea merecedor de una entrada en este apartado de Edimburgo: 4 historias para no dormir (Parte 2). Pero es que el The Last Drop, un pub hoy abierto al público que encontrarás en Grassmarket Square es todo un símbolo en sí.
Su significado «La última gota», y su emplazamiento ya nos puede dar pistas del por qué. Grassmaket Square, como ya he comentado, era la plaza de sentencias a muerte de la ciudad. Todo un público efervescentes y agitados se reunían ahí para ver cómo se producían las sentencias de muerte. Como la de Maggie Dickson, sin ir más lejos.
Junto a su nombre, hoy podemos ver una horca pintada en el letrero, pues ahí era donde enviaban a los prisioneros y condenados a muerte a tomar su último trago en la tierra. ¡Muy presumiblemente Maggie Dickson tomó nada más ni nada menos que dos! El pub en sí es una conmemoración a las últimas ejecuciones que allí se realizaron. ¿Quieres tomar una copa?
3.) Bobby, un perro más que leal

Bobby, the dog @livinginscotland (Instagram)
No tenemos que irnos mucho más lejos para situarnos en la localización de nuestra siguiente historia de Edimburgo: 4 historias para no dormir (Parte 2). Yo también ando impaciente. Creo que cabe mencionar que en el artículo anterior a este, hablé sobre el cementerio más terrorífico, sino de Europa de Reino Unido. El cementerio Greyfriars. Se me ponen los pelos de punta solo pensarlo y eso que estuve unos meses trabajando al lado.
Pues bien, dicho cementerio, además de ser protagonista por la historia de Bloody Mackenzie. Menudo personaje. Sus torturas y sus ejecuciones, también lo es de esta inspiradora historia. Bobby, el dulce y leal Bobby situándonos en el 1858.
De la raza Skye Terrier, Bobby fue el mejor amigo de John Gray, quien murió debido a la tuberculosis. Unas versiones dicen que dicho señor Gray trabajaba como enterrador en el cementerio y otros que fue enterrado en dicho lugar. Sea como fuere, los restos del señor Gray acabaron fielmente custodiados por la figura de Bobby, quien permaneció aguardando en la tumba de su amigo y dueño hasta su muerte unos 20 años más tarde.
¡20 años!
Tal fue su dedicación, que empezó a ser conocido por los habitantes de la ciudad. Y estos, conmocionados y enternecidos por tal dedicación, a su muerte, le dedicaron una estatua que encontramos al sur del Puente George IV, (en la mítica salida del cementerio), siempre rodeada por gran cantidad de turistas. Y una dedicatoria conmemorativa en su tumba en Greyfriars.
Porque no todo tiene que ser muerte y ahoracamientos, esta es la historia motivacional del día.
Un aplauso para Bobby.
4.) Los saqueadores Burke y Hare

Tumba de Greyfriars @doonby72 (Instagram)
Y sin irnos demasiado del lugar, en esta última historia de Edimburgo: 4 historias para no dormir (Parte 2) nos topamos con dos hombres muy espabilados para su época. Los llamados Burke y Hare.
Situándonos en los inicios del siglo XIX y los cambios políticos y sociales que se acontecieron en aquellos convulsos años, nos tenemos que detener en los grandes avances a nivel médico y sobre todo… anatómico. Y es que no es ningún secreto que la exploración y el estudio de la anatomía humana ha sido la base de la medicina actual (sin olvidar las grandes obras griegas y sus pinitos con el racionamiento).
Y evidente también es que para una exploración anatómica se necesita un «objeto» fundamental: el cuerpo humano. Así pues, en aquellos primeros años del siglo XIX empezaron a salir de de debajo las piedras los llamados «body snatchers», o en castellano, ladrones de cuerpos. ¿Y dónde podemos sacar fácilmente gran cantidad de ellos? Pues en los cementerios. Ni más ni menos.
Y como ambos eran grandes entusiastas de la exploración médica y anatómica, (es broma) empezaron su carrera criminal robando cuerpos de los cementerios… como, sí amigos, Greyfriars.
Deberían cambiar la expresión por: todos los caminos llevan a Greyfriars.
Su momento de gloria llegó alrededor del 1820 para nuestros protagonistas y compañeros de profesión, pues hubo una despenalización masiva de gran cantidad de cargos y crímenes. De modo que la obtención ilícita de «producto fresco» ascendió vertiginosamente para ser estudiado por doctores como el doctor John Knox. Era tal la cantidad de robos que se sucedían que se pagaban a vigilantes en el campo santo o se instalaban «mortsafes», rejas o cajas metálicas, para que nadie pudiera llevarse los restos recién enterrados.
Así pues, nuestros dos irlandeses, ni cortos ni perezosos, vieron otro modo sencillo de obtener los cuerpos. Y era, asesinarlos directamente, con un modus operandi fijo: los engañaban, emborrachaban y después entre los dos los asfixiaban. Y allí empezó el terror.
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Once meses duró sus andanzas en el mundo del asesinato, hasta su última víctima: la irlandesa Margaret Docherty. En el asesinato de la cual es posible que también intervinieran las esposas de ambos. Ascendiendo a un total de 16 víctimas en dichos meses.
Debido a un error en la última víctima, pudieron culparlos. Las mujeres quedaron exoneradas, sin embargo fueron linchadas por la multitud furiosa de la ciudad cuando iban a marcharse lejos, así como Hare. Liberado una semana después de la ejecución de su amigo.
En cuanto al doctor Robert Knox, fue duramente recriminado por la opinión pública, excluido de la vida académica, y acabó abandonando la ciudad.
El final de Burkle fue más peliagudo. Sentenciado a la horca el 1829 en Lawnmarket frente a más de mil espectadores. Su cuerpo sería diseccionado públicamente como ejemplo. Hoy en día está expuesto en Anatomical Museum de Edimburgo.
Por suerte, en el 1832, por la Anatomy Act, solo los cadáveres no reclamados podían ser utilizados para estudio. Los oscuros tiempos de robar cadáveres en cementerios habían pasado…
Al fin.
¡Y se abre el telón!
Hasta aquí las historietas de esta semana.
¡Hasta la próxima, amiguit@s!